Fueron los primeros y siguen siendo por el momento los únicos. La generación Tony Parker – Boris Diaw coronada en 2013 aún no tiene un sucesor francés en los ganadores del Campeonato Europeo de Baloncesto. A 200 metros de los últimos restos del Muro de Berlín, la selección francesa se golpeó la cabeza, derrotada por una selección española que conquistó su cuarto título europeo. No debemos olvidar un principio: el baloncesto es un deporte sencillo y muchas veces en Europa, es España quien al final gana. Especialmente, por desgracia, cuando Francia está enfrente.
En el arranque del partido, los Blues encontraron sus defectos: (muchos) demasiados balones perdidos y una dirección defectuosa. La férrea defensa de los españoles no pedía tanto para adelantarse (14-23, 10º). Los franceses nos han acostumbrado tanto desde el comienzo del torneo a nunca admitir la derrota que en ese momento nadie se preocupó realmente. Sólo que, la brecha siguió subiendo, los españoles mostraron una dirección insolente, los Blues siempre torpes, multiplicándose, ellos, las malas decisiones. Le faltaba fluidez, tal vez serenidad. Nada durante la primera mitad funcionó. Tras 15 minutos de juego, había 19 puntos de diferencia (22-41). Todavía estaba -10 (47-37) al descanso. ¿Era posible contra los íberos lo que podemos alcanzar contra los turcos? Esa fue la pregunta al inicio de la segunda mitad.
Lamentablemente, la respuesta es no. Los Blues sin embargo lo han intentado todo, cosechando en -3 (46-49) al inicio del tercer cuarto con un gran corazón así. Pero a 10 minutos del final, la diferencia seguía siendo de -9 (57-66). Demasiado grande para volver en dinero-tiempo. España no perdió el hilo del encuentro antes de ganar. Los árbitros, como a menudo durante esta Eurocopa, tomaron decisiones extrañas en ambos lados, pero la suerte estaba echada. Sobre esta final, es obvio que Francia puede tener remordimientos, el “Viva España” descendido solo los empeoró. Hubiéramos preferido “Viva Francia. Muy mal, sí muy mal.
